Sunday, 4 September 2011

The one in the middle brought me here

This green kangaroo is my first born son, Lucas. When he was born I knew little of these ways: that it was my choice to make it my best birth, that I had the right to be present during any and all moments with my baby, that I could demand to be informed and make informed decissions regarding procedures. My ignorance was very convenient for the hospital staff, who set up IV's, drugged, broke waters and snipped away without bothering to give us a heads up.
Going to our first post-natal pediatrician's appointment I had this apprehensive feeling of being evaluated. As if I had been given a trial period alone with the baby, and if I didn't pass they would admonish me and take him back. I made Wynn change into a more fatherly t-shirt. We got yelled at because the Critter's skin was peeling and we had mittens on his hands to prevent him from poking an eye out with his long sharp fingernails. Dr. said it was cruel, verbatim. But the nurse told us to mitten! Argh!!! The agony of listening to everyone's advice.
Later, at home, we slowly started trusting out own instincts. We stopped asking pediatricians about sleeping habits, we ignored nurses when they scheduled breastfeeding for us, realizing that Lucas and I would figure it out on our own.
Three years later, I trained to be a doula. I want to help other parents to be able to trust their instincts sooner. Doulas inform. They don't make decissions, they don't pressure. Doulas mostly keep quiet. Most importantly, they try to guard the quietness around, so that new parents can listen to themselves, and learn with their baby.  












Saturday, 3 September 2011

Quien me trajo


Voy a contar con fotos cómo llegué a ser doula. En esta foto estamos yo y mi primer hijo, Lucas. Hace tres años yo no sabía mucho de estos mundos, del parto respetado, de la posibilidad de elegir, del derecho a exigir. No sabía qué quería, ni para mí, ni para mi bebito. Entonces fuimos al hospital, me dijeron cuando pujar, bañaron a mi bebé y le pusieron coloña. Y yo recién empezaba a escucharme.

A eso de unos días, vinimos a casa con nuestro Luquitas. Pasaron unos más hasta que nos dimos cuenta de que estábamos más contentos con el gordo dormidito entre los dos.

Creo que fue en este momento cuando me dí cuenta de que yo ya sabía cómo hacer esto de ser madre, que había una vocesita, que era mía, mi voz fuerte y dulce, la que les gusta a quienes me quieren. Y esa voz me estaba tratando de decir que la escuchara, que podía seguir mis propia intuición, que no hacía falta preguntarle al pediatra cómo vestir a mi hijo, o que la enfermera me dijera a qué hora tenía que dormir. Nosotros solitos, los tres, lo íbamos a ir descifrando.

Me acuerdo estar tan nerviosa en la primera revisión del pediatra. Le pedí a Wynn que por favor se pusiera una camiseta más "de padre". Sentí que iba a un exámen, a ver si lo había hecho bien estos 3 días desde que nos habíamos ido del hospital. Creo que me daba miedo que me aplazaran, nota inferior a 4, y tuviera que devolverles mi bebé.

Yo no me había enterado que el parto es nuestro, que la que decide sobre mi cuerpo soy yo, que tengo derecho y deber de estar presente siempre con mi hijo.

Me llevó un tiempo darme cuenta. Y creo que por eso quise ser doula: para poder ayudar a que ese tiempo de duda sea más corto. Para que las mamás y los papás se permitan escucharse.

Una doula informa. No juzga. No toma decisiones.
Y creo que, más que nada, calla. Procura que haya un poquito de silencio, para que cada mamá y papá pueda escuchar su propia vocesita. Porque esas vocesitas ya saben todo.