Saturday, 3 September 2011

Quien me trajo


Voy a contar con fotos cómo llegué a ser doula. En esta foto estamos yo y mi primer hijo, Lucas. Hace tres años yo no sabía mucho de estos mundos, del parto respetado, de la posibilidad de elegir, del derecho a exigir. No sabía qué quería, ni para mí, ni para mi bebito. Entonces fuimos al hospital, me dijeron cuando pujar, bañaron a mi bebé y le pusieron coloña. Y yo recién empezaba a escucharme.

A eso de unos días, vinimos a casa con nuestro Luquitas. Pasaron unos más hasta que nos dimos cuenta de que estábamos más contentos con el gordo dormidito entre los dos.

Creo que fue en este momento cuando me dí cuenta de que yo ya sabía cómo hacer esto de ser madre, que había una vocesita, que era mía, mi voz fuerte y dulce, la que les gusta a quienes me quieren. Y esa voz me estaba tratando de decir que la escuchara, que podía seguir mis propia intuición, que no hacía falta preguntarle al pediatra cómo vestir a mi hijo, o que la enfermera me dijera a qué hora tenía que dormir. Nosotros solitos, los tres, lo íbamos a ir descifrando.

Me acuerdo estar tan nerviosa en la primera revisión del pediatra. Le pedí a Wynn que por favor se pusiera una camiseta más "de padre". Sentí que iba a un exámen, a ver si lo había hecho bien estos 3 días desde que nos habíamos ido del hospital. Creo que me daba miedo que me aplazaran, nota inferior a 4, y tuviera que devolverles mi bebé.

Yo no me había enterado que el parto es nuestro, que la que decide sobre mi cuerpo soy yo, que tengo derecho y deber de estar presente siempre con mi hijo.

Me llevó un tiempo darme cuenta. Y creo que por eso quise ser doula: para poder ayudar a que ese tiempo de duda sea más corto. Para que las mamás y los papás se permitan escucharse.

Una doula informa. No juzga. No toma decisiones.
Y creo que, más que nada, calla. Procura que haya un poquito de silencio, para que cada mamá y papá pueda escuchar su propia vocesita. Porque esas vocesitas ya saben todo.

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